José Ramón Saiz | Editorial Los Cántabros
La literatura sobre el automóvil en Cantabria es un campo inédito. Con esta obra se abre una etapa en la que, con seguridad, ocupará más interés entre los autores cántabros, sobre todo al tratarse de un sector que marca los procesos de decadencia y desarrollo económicos desde los inicios del siglo XX a nuestros días, acogiendo, además, una estructura empresarial que merece ser analizada con detenimiento. Como se señala en esta obra sobre la especialización en el automóvil de poblaciones como Los Corrales de Buelna y Sámano (Castro Urdiales), se trata de un sector que aporta el 25 por ciento del PIB cántabro.
El automóvil, ese admirable artefacto, como lo llamó el entusiasta Ortega y Gasset en 1930, ha impregnado desde sus orígenes el imaginario colectivo y ha cambiado costumbres sociales profundamente arraigadas. Si la novela del siglo XIX descubrió el ferrocarril, la del XX se ha recreado en el automóvil. Entre las primeras referencias en las letras españolas, la obra El hombre que compró un automóvil, de Wenceslao Fernández Flórez, aborda este campo partiendo de las tribulaciones del protagonista que pensaba que un hombre no era nada en la vida si no poseía un automóvil. Corría el año 1938. Treinta años antes había aparecido en la literatura mundial la primera referencia al automóvil. Fue en la obra El viento en los sauces, un popular cuento para niños escrito por Kenneth Grahame, que tiene el honor de ser la primera referencia literaria de la Historia en la que aparece un coche.
José Ramón Saiz Fernández, Doctor en Ciencias de la Información, historiador y Académico C. de la Real Academia de la Historia, se adentra en esta obra en el mundo del tráfico y del automóvil y nos traslada por los tiempos de las primeras diligencias, el primer coche matriculado en Santander y el primer fallecido por atropello. Capítulos de interés en los que analiza el desarrollo del automóvil y el principal problema surgido: el de la siniestralidad. Solo hay que recordar que en 1984 -han transcurrido tres décadas- se produjeron en España entre 60 y 70.000 accidentes con víctimas que se cobraron el tremendo tributo de cuatro mil muertos, no existiendo en nuestro país ninguna causa de mortalidad no natural que alcanzara estos volúmenes.
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